Vergüenzas

 

Desde el día 1 de septiembre he hecho gala de una galantería que no he conocido en ninguno de mis anteriores días en este mundo, a dos bandas. En una banda, publicando Tweets semanales a aquella persona que me rechazó dos años antes. En la otra, jugándomela para enviar un regalo a alguien del otro lado del charco. Los tweets son de la mayor falta de vergüenza que he hecho alguna vez por alguien, si me rechaza y yo aún persisto; y si hablar con esa persona hace un daño terrible cada que se intenta, aún peor. Resulta lamentable que una persona de mi edad piense que intentar darle pica a un corazón de acero sea útil. La otra persona debe dar también elementos para abrirse, porque si no, jamás existirá posibilidad de cualquier cosa, inclusive de tímidas amistades. Menciono lo del daño porque en estos últimos tiempos hablar se ha vuelto una labor cáustica, porque hiere el alma la manera como se deterioró la relación con esta persona a partir de aquella declaración. Pero aún así la llevo en mi corazón, porque fue la primer persona extranjera con la cual entablé contacto privado con relativa regularidad. No es, por lo tanto, fácil olvidar una persona que marcó la vida de uno de una u otra forma.

Me causa vergüenza seguir esperando de una persona que no corresponda, y causa coraje porque es cuestión únicamente de esa persona, de su manera de verse a sí misma y su entorno. Sigo esperando, porque se me dijo que fui el que mejor librado salí de declaraciones de ese estilo, porque normalmente esas declaraciones hacían que dicha persona enviase al garete a la otra. Y por eso me sigue retumbando dicha declaración de intenciones, porque a sabiendas de lo que iba a pasar, aún lo hice. A ver qué sucede con ese regalo en estos días, debido a que el servicio postal ha ido de manera vergonzosa estos días.

Este artículo lo titulé como "Vergüenzas" porque aparte de hablar de mis vergüenzas propias, hablaría de la vergüenza ajena. Situación que me produce leer determinadas publicaciones tanto en prensa como en redes, derivada de cosas que considero, superan mi sentido común. Uno ve dichas publicaciones y se pregunta: ¿esta persona debió estar en drogas cuando escribió esto? ¿Esta persona padece de condiciones mentales particulares? Cosas por ejemplo como la de la publicación anterior en este blog, un comentario fortuito de alguien venido de cualquier parte, por no compartir la opinión que plasmé, redujo su comentario al ataque personal. Cualquier discusión que se reduce al ataque, carece de sentido alguno, y eso produce vergüenza para quien escribió el ataque.

A estas dos situaciones, de vergüenza ajena y propia, me enfrento en la vida diaria. Es el eterno retorno porque es casi la misma situación repetida una y otra vez, solamente que con argumento distinto. 

Suelo decir "el futuro es ahora (...)", como el científico de cierto anime. Con que me libere de mi vergüenza personal, basta. La vergüenza ajena es algo inherente a las redes, por desgracia, porque siempre la hubo y siempre la habrá.


Dejo como adjunto al final este verso de Stryke Caliades que bien pudiera representar mi situación con esta persona que mencioné (o tal vez no)


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